El relato de Esther Márquez: "Una ley que nos ha condenado a la exclusión social".
Comencé una convivencia con quien terminó siendo mi pareja en septiembre del año 2004. Él estaba en trámites de divorcio contencioso (con la anterior ley), pero el proceso se alargó hasta el 2010. Después de su divorcio nuestra relación continuó hasta su fallecimiento en 2013. Entre tanto nació nuestro hijo en agosto del 2005. Aunque no llegamos a casarnos ni a inscribirnos en el registro de parejas, las evidencias de nuestra relación efectiva y afectiva, así como de nuestra convivencia, son abundantes: además de vivir juntos, nos empadronamos en el mismo domicilio para gestionar la escolarización de nuestro hijo; desde el 2008 (cuando nos hizo falta), tuvimos una hipoteca conjunta para abonar nuestra casa. Era público y notorio que teníamos una convivencia análoga al matrimonio. En el momento de su muerte recibí el pésame del Rector de la Universidad de Extremadura, dónde yo trabajaba, del director de nuestra antigua empresa, donde iniciamos nuestra relación, del decano del colegio